miércoles, 12 de enero de 2011

En busca del tiempo perdido

Este título suena a Marcel Proust: Las señoras de las mansiones vecinas, que en los días de fiesta, en su paseo al mercado, lograban que los pollos piasen y los chicos se asombrasen, acostumbraban ir a misa en sus carruajes, y, nunca volvían a casa sin haber comprado en el pastelero de la cuadra, algunas tortas con forma de torres -manqués, saint-honorés, génoises- cuyo olor a azúcar permanecen en mí, mezclado con el sonido de las campanas de la misa mayor y la alegría del domingo
Proust, -Pastiches et Melanges-
Y sí, este tiempo perdido que muchas veces buscamos y que encontramos en nuestra memoria a veces asociado a las comidas, personas, lugares, tiempos queridos, y, uno que no ha vivido mucho, pero sí intensamente, lleva huellas profundas.......
No hace más falta que oler esa infusión de verduras hervidas y recordar con horror cómo me torturaban de niño para que tomara la sopa, jaja, hoy espero tomarla con placer cada día, fíjate qué extraño. Yo de chico la detestaba y uno de mis sobrinos más pequeños (Emmanuel de 4 años) la prefiere ante cualquier otra comida, pero eso sí, sólo la que prepara mi madre, su abuela. Supongo que de mayor el perfume de las sopas le traerá algún dulce y nostálgico recuerdo, hasta tal vez alguna día en su vida tomando alguna sopa recuerde a su abuela.

El perfume a jazmines me arrastran a mi querida y añorada Asunción del Paraguay que también en diciembre se inunda con perfume a flor de coco (ofrenda Navideña en todos los pesebres) y si bien cuando me llegan estos olores me instalo en esa ciudad, los recuerdos me arrastran al "mercado cuatro" con todos sus perfumes de frutas, verduras, carnes y pescados. Pero es el sabor de la "sopa paraguaya" la que define bien esa latitud, aunque claro está que por las tardes ese perfume a carbón, azúcar quemada y yerba mate ("cocido negro") me llenan la boca de sabores nostálgicos recordando al mbeyú (crepe con harina de mandioca).

El perfume a salvia y vegetación salvaje me arrastran a esos pasillos enigmáticos de la selva brasileña en Praia do Rosa -Santa Catarina, Brasil- pero es el perfume y sabor del feijon y la feijoada las que me devuelven a esos paisajes donde se conjugan morros cubiertos de intensa selva verde, lagunas de agua dulce y un mar azul donde muchas veces pude observar las ballenas.
Claro está que el color y los perfumes de mariscos, peces, verduras y frutas (para mí muchas exóticas) me llevan de la mano al mercado de Florianópolis donde el sabor ácido y dulce del maracuyá se instala en mis sentidos

Mi querida Montevideo -Uruguay- sin embargo la tengo asociada a los franfruters de "La Pasiva", con esa mostaza que sólo allí se consigue, también a los chivitos, al café del "Sorocabana" y, dado mi glotonería, con preferencia por los dulces, el majestuoso postre "chajá"; claro que las fritangas de frutos de mar me llevan a Piriapolis y mis tranquilas tardes trepado a algún cerro mirando ese extenso mar

El perfume a yodo del mar, mariscos y pescados me arrastran a dos lugares distintos: el puerto de mi amada Mar del Plata -Argentina-
también allí sus inolvidables churros de Manolo, y a las caletas de mi soñada y añorada Viña del Mar -Chile- con una cantidad y variedad de mariscos que no he encontrado en ningún otro sitio. Claro está también que el "pebre" y el "pastel de choclo" me traen infinitos recuerdos.....


Algo que quiero destacar y que me es contradictorio es el olor a carne asada, sin bien en mi patria, Argentina, el asado se ha transformado en un icono de la gastronomía local. Por mi parte no soy un gran amante de la carne vacuna, pero ese olor a grasa quemada en las brasas y el de la carne humeante, no sé, me traen recuerdos de encuentros con amigos, con familiares, con gente querida.

Si nuestra mente tuviese la capacidad de proyectar sobre una pantalla todas esas imágenes que llevamos en el recuerdo: paisajes, amigos, seres queridos, lugares, comidas, se quedaría corta si faltasen los perfumes y los sabores: "cañoncitos rellenos con dulce de leche" igual a mamá complaciéndome, "tocinillos del cielo" igual a fiestas, "rollitos de queso y dulce de leche" igual a papá malcriándonos, "olor a tierra mojada, sonido a fritura asociada a perfume a azúcar y canela" igual a "torrijas" preparadas por mi abuela materna, el otro olor a frito asociado a algo esponjoso y a la vez crujiente son las "berlinesas" de mi abuela paterna, al igual que en ella el sabor y perfume del "borch", el delicioso encanto de la salsa de tomates de Lidia de mi querida Villa Carlos Paz -Córdoba, Argentina-, la mamá de Fer.

En fin, si bien el tiempo perdido jamás se puede recuperar, qué importa mientras sigamos teniendo en nuestra memoria todas esas cosas que nos brindan felicidad.

Saludos a todos mis amigos en el día de la amistad.

norbertopetryk@gmail.com

1 comentario:

  1. Muy buen artículo, hace poco que te sigo, pero todo lo que he leído me ha dejado un excelente sabor de boca. Gracias por los consejos tan útiles. Sigo leyéndote Un abrazo y feliz dia del amor y la amistad también para ti.

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